¿Realmente te haces a una idea?
Es estar tan enamorado que hasta te empieza a dar igual si te contesta o no a los mensajes. Que te llega su olor sin ni siquiera tenerle cerca, y entonces es cuando deseas que estuviera ahí para acariciarle el pelo un ratito más. Es cuando sabes que te molesta que duerma hasta tarde porque deseas escucharle hablar, pero que a la vez te encanta porque contemplas su mirada de ojos cerrados, envidias su serenidad...
Es en la hora que sabes que tienes que despedirte de el pero aún sabiendo que eso solo significará un saludo de nuevo; y eso te vicia a el. Te engancha y te quema como el hielo que aún en su estado frío arde más que el fuego. Y eso te vuelve loco. Tan loco hasta rabiar. Te acojona. Porque entonces te das cuenta de que te estás pillando, o mejor dicho, estás tardíamente hasta los huesos. Ahí, es cuando ves y sientes que el whisky no te quema la garganta, porque lo único que consigue quemarte es nombrar su nombre y para cuando te has dado cuenta ya es tarde, tarde para empezar o continuar incluso para pararte el amor que llevas dentro.
Porque el humo ya solo te seca los pulmones y sabes que eso no te aliviará el dolor del pecho. Pero lo sigues haciendo. Y para cuando te quieres dar cuenta ya han pasado los años y sigues sentado en la barra de un bar con el asiento de al lado vacío; vacío porque todavía estás esperando su presencia.
-Pero no llegará. Nunca más.-
(Y estás definitivamente loco, cuando todavía le deseas en tu cama a cada amanecer. )
No hay comentarios:
Publicar un comentario